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LA NACIÓN

Ciencia y salud
Domingo 16.08.2009

LONDRES (New Scientist). Pertenecemos a una especie notablemente extravagante. A pesar de todos nuestros esfuerzos, algunas de nuestras más extrañas flaquezas todavía resultan inexplicables. Pero a medida que la ciencia investiga más profundamente estas excentricidades, como, por ejemplo, ruborizarse, soñar o ser supersticioso, se vuelve más claro que conductas y atributos que parecen frívolos suelen responder al núcleo central de lo que nos define como seres humanos.

El arte. Explicar el peculiar impulso humano de crear obras de arte en términos de supervivencia evolutiva es un verdadero desafío. Darwin sugirió que el arte se origina en la selección sexual, y Geofrey Miller, de la Universidad de Nuevo México en Albuquerque, Estados Unidos, ha acordado con esa idea. Cree que el arte es como la cola del pavo real, un costoso despliegue de privilegio evolutivo.
Los estudios de Miller revelan que tanto la inteligencia general como el rasgo de personalidad de permanecer abierto a nuevas experiencias son correlativos con la creatividad artística. También descubrió que cuando las mujeres se encuentran en el período mensual de mayor fertilidad, prefieren a los hombres creativos antes que a los hombres ricos.
"Podría haberse originado para cumplir con alguna otra función -agrega Miller-, y más tarde adquirió la función sexual."
Los psicólogos evolutivos creen que el impulso de expresar nuestras experiencias estéticas podría haber aparecido para inducirnos a aprender cosas sobre diferentes aspectos del mundo aquellos para los que nuestro cerebro no estaba congénitamente equipado para aprehender.
En una vena similar, Brian Boyd, de la Universidad de Auckland, Nueva Zelanda, cree que el arte es una forma de juego intelectual que nos permite explorar nuevos horizontes en un entorno seguro.